Desde tiempos ancestrales, la naturaleza ha sido el lugar donde las poblaciones han encontrado soluciones para sus problemas. Ha funcionado como el mercado de abastos, la farmacia, el centro ceremonial, recreacional y más. Sin embargo, el último Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) advierte que no hay ningún país que haya logrado un desarrollo humano alto sin ejercer fuertes presiones sobre la naturaleza.

Esta crisis nos exige repensar nuestra conexión con la naturaleza y darnos cuenta de que, hoy más que nunca, las respuestas están en ella. Desde la niebla que se convierte en agua en las lomas costeras de Lima, un banco de germoplasma para cultivos nativos en las alturas del Cusco, hasta un chocolate con marca propia que proviene de un área nacional protegida de la Amazonia. Estas propuestas demuestran que la naturaleza es la clave para crear alternativas hacia un futuro más resiliente para todas y todos.

Niebla: una solución para la escasez de agua

Pocas megaciudades están asentadas en un desierto. Lima es una de ellas. Las comunidades que defienden las lomas han encontrado en la espesa neblina una alternativa para la escasez hídrica que podría marcar un antes y un después en el compromiso peruano con la lucha contra el cambio climático en el mundo.

“Acá en las lomas no hay agua, pero son muy húmedas y hay bastante neblina. Hemos hecho un piloto donde la niebla se convierte en agua”, explica Noé Neira, presidente de la Asociación de Lomas Paraíso, la cual protege este ecosistema único que solo emerge en invierno cuando los cerros áridos de Lima reverdecen. “Antes de los atrapanieblas, cada uno de los vecinos juntábamos un balde de agua y subíamos los domingos a hacer faenas para regar las plantas”.

Los atrapanieblas son un sistema para atrapar las gotas de las neblinas para obtener agua. “Tenemos instalado un atrapanieblas en la parte alta a 800 metros de distancia en las lomas”, detalla Ascencio Vásquez, presidente de la Asociación Lomas de Primavera en Carabayllo. “Desde ahí, el agua llega a los reservorios que están en la parta alta y va bajando hasta llegar a las plantas que hemos sembrado en los viveros”. Cuando las condiciones son óptimas, un atrapanieblas puede capturar al día hasta 60 litros de agua por metro cuadrado, el cual puede ser utilizado para regar los viveros de árboles de tara (Caesalpinia Spinosa) –una especie nativa– gracias a un sistema de riego automatizado gota a gota.

Según estimaciones del proyecto EbA Lomas, que implementa PNUD con el Sernanp, estos viveros tienen la capacidad de producir 10 000 taras en cinco meses, las cuales pueden utilizarse para reforestar las lomas y ser comercializadas por las mismas comunidades. Así, como afirma el ministro del Ambiente, Gabriel Quijandría, las lomas son parte de una estrategia de adaptación al cambio climático que “incorpora una mirada de gestión urbana y permite posibilidades de generación de bienestar y oportunidades de ingreso para la población local”.

Seguridad alimentaria desde los Andes

En los alrededores de la montaña Vinicunca, a 3800 msnm en Cusco, una comunidad ha recuperado del olvido cinco variedades de mashua, un tubérculo con propiedades nutritivas y medicinales muy valoradas desde tiempos preincas. Se trata de la comunidad de Chillihuani que está apostando por la agricultura sostenible, el uso de compost y biol orgánico, entre otras, para recuperar este cultivo.

Aquí viven Rosaurelia Yupanqui y Jesús Melo, dos jóvenes líderes que buscan integrar la agricultura orgánica al creciente mercado turístico de Vinicunca. Cuando eran niños no se conocían, pero solían ayudar en sus chacras familiares. En aquel tiempo había bastante producción de papa, mashua y otros tubérculos. Pero las cosas cambiaron. El cambio climático, la degradación de la tierra y la migración a la ciudad hicieron que muchas de esas semillas desaparezcan.

Preocupados por la pérdida de sus cultivos, decidieron conformar la Asociación Ccapac Ñac para recuperarlos. A partir del soporte técnico y financiero del Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (PPD) — que implementa PNUD con respaldo del Ministerio del Ambiente — , llevaron adelante una iniciativa con la cual recuperaron la mashua y crearon productos con valor agregado, como mermeladas, vinos y harinas.

Además, la asociación obtuvo el apoyo del Instituto de Innovación Agraria para implementar un banco de germoplasma, una especie de almacén que atesora las semillas para evitar que desaparezcan. Por su parte, la Municipalidad de Cusipata está tomando este ejemplo para inspirar a las demás comunidades de la zona.

La experiencia de Jesús y Rosaurelia ayudó a construir un modelo sostenible de recuperación de tubérculos andinos, que puede replicarse en diversas zonas similares para contribuir con la seguridad y soberanía alimentaria. Para un país como nuestro, que registra más de 3000 variedades de papa y alberga diversidad de tubérculos, dicho modelo representa, en palabras de Rosaurelia, una oportunidad para “que estos beneficios no sean solo de una comunidad, sino que también lleguen a otras personas y mejoren su calidad de vida”.

Cacao resiliente

El Santuario Nacional Megantoni ubicado en La Convención, Cusco, es la puerta que muestra el mundo andino y amazónico. Su gradiente altitudinal, que recorre desde 400 hasta casi 4000 msnm, expone variados escenarios habitados por comunidades que conviven y se desarrollan en sana armonía con la naturaleza. Así, los bosques, cañones y pajonales del Santuario son testigos de historias de familias productoras, que con esfuerzo y dedicación se organizan para salir adelante.

“Todo lo que conseguimos es una oportunidad para trabajar por la familia”, dice Miriam Alvarez Ayala, presidenta del comité de mujeres de la Asociación de Productores Ecológicos de Cacao Medio Urubamba (APECMU), dedicada hace más de diez años al cultivo de cacao orgánico certificado en parcelas agroforestales ubicadas en la zona de amortiguamiento del Santuario.

Este es un claro ejemplo de diversificación de la economía familiar gracias al cultivo de cacao en un área natural protegida. Con este fruto, Miriam y sus 18 compañeras del comité preparan pasta para hacer el chocolate en su propia planta de procesamiento y bajo la marca que lleva el nombre de la asociación.

La asociación de productores mantiene un acuerdo de conservación con el Sernanp para proteger el Santuario. Gracias a este, las 43 familias de la asociación implementan prácticas de cosecha y poscosecha, y participan en distintas acciones de fortalecimiento de capacidades y conocimiento, junto a otras familias asociadas.

Por ejemplo, con la entrega de microcapitales, promovidos por PNUD y Sernanp — a través del proyecto Amazonia Resiliente — , la asociación mejoró sus prácticas para el adecuado manejo de suelos, plagas y vegetación nativa.

Este esfuerzo ha sido clave para que la empresa de chocolates La Ibérica y el Santuario Nacional Megantoni firmen un acuerdo de conservación, que ayudará a cuidar más de 6000 hectáreas y a que las familias vendan su cacao a un precio justo.

“Queremos crear un pequeño negocio local para la venta de nuestros productos. Así, conservamos y ayudamos a nuestros hijos para un mejor futuro”, asegura Miriam, cuyo cacao también es exportado a Alemania.

Actualmente, los acuerdos de conservación firmados con el área protegida ayudan a conservar 57 000 hectáreas, un cuarto de la extensión total del área. Estos acuerdos junto a las alianzas comerciales establecidas con el Estado peruano, las asociaciones productoras y las empresas contribuyen a la resiliencia de los ecosistemas y de las personas que los habitan. Un mecanismo eficaz para responder de mejor a la crisis actual y generar oportunidades de desarrollo y bienestar a las familias cacaoteras del Megantoni.

Fuente: https://pnudperu.medium.com/soluciones-de-la-naturaleza-d2bdce7565d