Entender la posición de las mujeres en lo que se refiere al acceso a los recursos físicos y financieros, a los mercados laborales, a la educación de calidad y a los sistemas de protección social, todos ellos factores clave para salir de la pobreza y no volver a caer en ella, requiere mirar la economía de forma no tradicional. La división usualmente aceptada entre la esfera productiva y la reproductiva impide ver las estrechas relaciones existentes entre ambas, así como reconocer el papel que los hogares juegan en las transferencias de recursos desde las familias hacia la economía nacional. Estas transferencias —no reconocidas, valoradas ni retribuidas— están fundamentalmente vinculadas al trabajo no remunerado de las mujeres, lo que repercute directamente en su empobrecimiento, tanto en términos de ingresos como de tiempo. Igualmente, no puede ignorarse la jerarquía de poder entre los géneros que estructura todas las esferas de la vida en sociedad. En particular, una de sus expresiones, la violencia contra las mujeres limita el acceso de las mujeres a los recursos que posibilitan su autonomía económica, su bienestar y, en general, su desarrollo personal. En este artículo se privilegia el análisis de las implicaciones que la violencia contra las mujeres, en sus diferentes ámbitos y sus múltiples manifestaciones, tiene sobre los determinantes que les permiten a las mujeres ya sea no vivir en condición de pobreza o salir de ella, entendiéndose la pobreza como un problema multidimensional.