La violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo la cuestión de derechos humanos más generalizada y urgente a nivel mundial.
Es tanto un delito abominable como una emergencia de salud pública, y tiene consecuencias de gran alcance para millones de mujeres y niñas de todos los rincones del planeta.
Las cifras más recientes de ONU-Mujeres confirman que durante la pandemia de COVID-19 ha aumentado la violencia contra las mujeres y las niñas.
En un estudio de 13 países, casi la mitad de todas las mujeres señalaron que o bien ellas o bien conocidas suyas habían comenzado a experimentar violencia de género durante la pandemia.
Prácticamente la cuarta parte de las mujeres señalaron que los conflictos domésticos eran más frecuentes, y una proporción similar de mujeres indicaron que se sentían menos seguras en casa.
La violencia, aunque se concentre solo en una parte de la sociedad, nos afecta a todos: deja cicatrices en la siguiente generación y debilita el tejido social.
Se puede trazar una línea directa entre la violencia contra las mujeres, la opresión civil y los conflictos violentos, como dejan patente el uso de la violación y la esclavitud sexual como instrumentos de guerra y la misoginia que recorre el extremismo violento.
Sin embargo, la violencia contra las mujeres no es inevitable; se pueden lograr resultados con las políticas y los programas adecuados.
Deben ser estrategias integrales y a largo plazo que aborden las causas profundas de la violencia, protejan los derechos de las mujeres y las niñas y promuevan movimientos firmes y autónomos en pro de los derechos de las mujeres.
Este es el modelo que las Naciones Unidas han construido mediante la Iniciativa Spotlight, alianza conjunta con la Unión Europea.
El año pasado, en los países asociados aumentó un 22 % el número de agresores enjuiciados, se aprobaron o reforzaron 84 leyes y políticas, y más de 650.000 mujeres y niñas pudieron recibir servicios relacionados con la violencia de género a pesar de las limitaciones relacionadas con la pandemia.
Lograr un cambio es posible.
Es el momento de redoblar nuestros esfuerzos para, juntos, eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas para 2030.