Todas las personas necesitamos de cuidado a lo largo de nuestra vida, esto implica protección, nutrición, crianza y afecto, entre otras necesidades esenciales.

 

El concepto de cuidado incluye el autocuidado, el cuidado directo de otras personas, la provisión de condiciones básica (limpieza y preparación de alimentos) y la gestión del cuidado (coordinar horarios, realizar traslados a centros educativos y a otras instituciones, entre otros). En síntesis, si las necesidades de cuidado no fueran atendidas, la sociedad no podría funcionar.

El cuidado recae mayoritariamente en los hogares y dentro de estos, en buena medida en las mujeres, quienes tradicionalmente, han realizado esta labor, con poca o nula remuneración, lo que ha limitado la autonomía y posibilidades de desarrollo profesional de muchas.

A pesar del mayor y mejor desempeño educativo de las mujeres en Panamá en los últimos años, este no se ha reflejado en un incremento sustancial en la incorporación al mercado laboral. Según el INEC, al 2015 había en el país 417,000 mujeres fuera del mercado laboral, dedicadas con exclusividad a las actividades domésticas y de cuidados.

En el caso del cuidado infantil, pese a los importantes avances en la última década en cuanto a la atención de niñas y niños menores de 6 años, la mayor brecha entre las necesidades y la provisión de servicios de cuidado está presente en el grupo de 0 a 3 años, en donde se estima que el 46.4% de los mismos están fuera de los servicios de cuidado externos a los hogares.

Para las personas adultas mayores y las personas con discapacidad, la situación de la demanda insatisfecha de necesidades de cuidado es aún más crítica. Más allá de los esquemas de provisión social a través de las pensiones de la Caja del Seguro Social y las transferencias monetarias que provee el Estado, los servicios de cuidado públicos disponibles para el primer grupo se constituyen en Hogares para Residencia Permanente que atienden a personas adultas mayores en exclusión social.

En el caso de las personas con discapacidad, los servicios disponibles están relacionados a prestaciones económicas, aproximadamente el 56.6% de estas las reciben, y servicios más asociados a la formación y empleabilidad que a los cuidados que estas puedan requerir.

También, una cantidad importante de hogares satisfacen estas necesidades en el mercado, contratando estos servicios de manera privada. Casi, 1 de cada 10 mujeres que trabajan en Panamá lo hace en el Servicio Doméstico, del total de personas ocupadas en esta rama de actividad, apenas el 23.6% está registrada en la seguridad social.

Cuando la organización social del cuidado no es equitativa, resulta ser un obstáculo no sólo para el pleno desarrollo de vida de las personas que lo requieren y para quienes las cuidan en condiciones de desventaja, sino para la sociedad en su conjunto.

La más reciente publicación del PNUD Panamá “El bienestar cuidado: una responsabilidad que debe ser compartida”, señala que existen brechas importantes entre las demandas de cuidado de estos grupos poblacionales y la oferta de servicios existentes.

Para satisfacer la demanda de cuidado de manera conjunta, entre los sectores público, privado y la sociedad, y a la vez reconocer y valorar a las personas que ejercen el cuidado, es necesario que las políticas de cuidado se instalen como un pilar de la protección social.

Abordar esta discusión es por demás oportuno para Panamá y comenzando con trazar una hoja de ruta del diseño e implementación de políticas de cuidado, como uno de los esfuerzos fundamentales para llevar adelante la agenda 2030 y con una alianza sin precedente entre todos los sectores hacia un objetivo común: Hacer visible y valiosa, la labor silenciosa del cuidado.

La publicación “El bienestar cuidado: una responsabilidad que debe ser compartida” está disponible en este enlace.

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Fuente: http://www.pa.undp.org/content/panama/es/home/blog/2018/el-trabajo-invisible-que-hace-posible-el-trabajo-visible.html