Mujer clasificando mineral sobrante de grandes operaciones mineras
Camilo Ponce Enríquez, Ecuador — Sube una montaña de piedras con la mirada fija al suelo. En la mitad de la escombrera se coloca en cuclillas, lanza un puñado de agua y mueve ligeramente la cabeza de lado a lado para identificar el brillo. Levanta una roca, siente su peso, la huele y la coloca en un bulto. Luisa[1] cuenta que por más de 8 horas repite este proceso todos los días, seleccionando entre los residuos de los yacimientos de las minas lo que se conoce como janche o residuo grueso.
Después de 32 años de vivir en el sector, ella puede contar con los dedos de su mano las veces que ha entrado a una mina. En Camilo Ponce (provincia de Azuay) la mayoría de ellas se dedica a la selección manual de oro residual de las rocas, lo que las ubica en la sección menos rentable de la cadena productiva del sector.
Los minerales son seleccionados para el procesamiento, cada bolsa podría representar dos semanas de trabajo clasificando minerales
Diariamente, Luisa y las otras mujeres se exponen a radiación solar, caídas y derrumbes, afectación ocular, silicosis, cargo de peso excesivo y, sobre todo, al casi invisible y altamente nocivo impacto generado por sustancias químicas, como el mercurio, que suelen ser empleadas en el proceso de recuperación de oro en la minería artesanal.
Luisa es cabeza de hogar, tiene dos hijas. Para ella, y para la asociación a la que pertenece, es determinante contar con el permiso de una empresa minera que les permita entrar al botadero. Con los ingresos generados, a Luisa apenas le alcanza para cubrir la educación y alimentación de su familia. Tras una semana de trabajo, llena un bulto del cual puede sacar en promedio un gramo de oro por tonelada seleccionada. Por su situación de informalidad y poca capacidad para negociar, lo vende a un valor menor al 30% de lo que costaría en el mercado regular. Luisa dice: “Aquí lo importante es tener el dinero pronto. El día que me pagan, lo primero que hago es ir a la tienda para pagar lo que me han fiado”.
Frente a esta problemática el Ministerio del Ambiente, en coordinación con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Energía y Recursos Naturales No Renovables, con el financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF por sus siglas en inglés), y a través del Programa Nacional para la Gestión Ambientalmente Adecuada de Sustancias Químicas en su Ciclo de Vida, ha emprendido acciones para apoyar a las mujeres seleccionadoras de mineral. Para ello, ha identificado alternativas que permitan reducir la sobrecarga de trabajo, la pobreza y las barreras que impiden y disminuyen el desarrollo y los derechos de estas 1300 mujeres.
Asimismo, se propone la asignación de fondos para la promoción de iniciativas y emprendimientos innovadores y sostenibles con favorable impacto social, económico y ambiental en sus comunidades liderados por ellas.
Mario Rodas, coordinador del Programa, explica que la minería no se debe entender sólo como un trabajo, sino como una estructura de relaciones simbólicas, políticas y económicas: “Es un sector en el que existen varias problemáticas de salud y discriminación hacia la mujer, por lo que en 2020 se llevarán a cabo acciones afirmativas que promuevan el empoderamiento de las mujeres. Entre estas actividades se incluye la sensibilización y capacitación en torno a nuevas masculinidades para generar espacios seguros, es decir, para eliminar estereotipos de género, erradicar la violencia, promover la igualdad entre hombres y mujeres, las responsabilidades domésticas y de cuidado compartidas”.
En Camilo Ponce Enríquez, las principales actividades económicas son la agricultura y la minería.
La propuesta busca que las mujeres cuenten con un medio de vida complementario y rentable que les permita mejorar la condición de sus familias y sea amigable con el ambiente. Luisa está muy ilusionada con el proyecto y cree que va impulsar su sueño de que su hija pueda estudiar enfermería: “Ella es muy inteligente. Sé que llegará lejos y yo trabajaré muy duro para que tenga más oportunidades de las que yo he tenido”.
Proteger el ambiente y la salud
La gestión adecuada de sustancias químicas y desechos derivados de actividades productivas elimina los riesgos para la salud humana y el ambiente.
Respondiendo al Convenio de Minamata, el Ecuador asumió los compromisos de eliminar el uso de mercurio en la minería y precautelar los recursos hídricos y naturales de los que dependen las comunidades, con acciones específicas que promuevan la igualdad de género y la sostenibilidad.
[1] Nombres ficticios