Mujeres seleccionadoras de mineral – Vereda Maravelez, Suárez, Cauca. 2020. Foto: Juan Chavarría
Una montaña de piedras en la vereda Maravelez, un sitio ubicado en la parte alta del municipio de Suárez en el departamento del Cauca, sur de Colombia. Este es el lugar de encuentro de varias mujeres que están a la espera del minero del socavón quien les obsequia, en común acuerdo, de dos a cuatro carretillas cargadas de rocas. La alegría de aquellas mujeres se convierte en alboroto cuando el hombre aventurado y con rapidez, voltea su carretilla y deja caer su contenido en aquel morro grisáceo.
Las mujeres comienzan a seleccionar entre las rocas: las lavan, las pesan en sus manos, las miran e incluso algunas hasta las huelen. Usan herramientas como el almocafre (especie de azadón) para separar el material. Toman un martillo y golpean la roca hasta que tenga la forma, peso y color deseado. Allí, el mineral precioso que da sustento a sus vidas es vagamente descubierto. Recogen lo seleccionado y lo depositan en baldes, costales o estopas –como le dicen en algunas zonas de Colombia- para obtener entre tres o cuatro bultos semanales.
En regiones como Colombia y Perú, las mujeres que realizan esta actividad se autodenominan seleccionadoras de mineral o chatarreras, mientras que en Ecuador se identifican como jancheras. Sénides Lucumí Mina es una de ellas; oriunda de Suárez, Cauca, esta mujer conoce la minería artesanal desde los 10 años y la describe como su vida: “Soy una minera orgullosa, primero porque es algo que veía practicar a mis padres y me gusta, pero también porque es la fuente de ingresos para mi hogar”.
Ya con los bultos recogidos, Sénides los transporta a caballo, chiva o unos pequeños carros tradicionales de su región por 4 mil pesos colombianos (USD 1.5). Llega al entable o centro de procesamiento del mineral, y solicita permiso al dueño del lugar para que le permita transformar las rocas seleccionadas. El objetivo es que, luego de unas 4 o 5 horas entre trituración, lavado y procesamiento en los barriles1 del entable, se pueda obtener por lo menos uno o dos gramos de oro. Si corre con suerte, puede sacar más.
Teniendo en cuenta que realiza una actividad informal y que la venta de su material dependerá- además- de su capacidad de negociación, Sénides podrá vender su oro pero por un valor incluso 40% menor al precio internacional2.
Según referencia del Ministerio de Minas y Energía de Colombia, en sus lineamientos de género para el sector, el Censo Minero de San Roque (Antioquia) de 20183 demuestra que el 70% de las mujeres de esta región se dedican a la minería de subsistencia y el 57% de ellas perciben entre medio y un salario mínimo, a diferencia de los hombres, donde el 72% obtiene más de un salario mínimo. A lo anterior se suma el hecho de que muchas de las mujeres realizan la minería artesanal de manera intermitente, dividiendo su tiempo entre el trabajo doméstico y de cuidado, al que le invierten 25 horas semanales con respecto a las 5 horas que destinan los hombres4.
Esta amplia brecha de género también se evidencia en el acceso laboral de las mujeres en la pequeña minería donde, generalmente, muchas de ellas –como Sénides- deben dedicarse a oficios como el chatarreo (selección de mineral), barequeo u otros oficios independientes, informales y con condiciones sin cobertura de servicios sociales. (ARM, 2018, citado por Ministerio de Minas y Energía de Colombia, 2020).
Impacto del mercurio en las mujeres de la minería artesanal
Una de las principales fuentes de emisiones de mercurio en el ambiente es la actividad de la minería artesanal y de pequeña escala representando cerca del 35% del total de liberaciones de mercurio en el mundo. Los hombres y las mujeres que se dedican a esta actividad utilizan el mercurio para formar una amalgama con el mineral que tiene oro y posteriormente es fundida a altas temperaturas. En este proceso, el oro se desprende y el mercurio se desecha al suelo, a las quebradas o a los ríos. Cuando la amalgama es fundida, partículas de mercurio quedan en el aire y son luego inhaladas y absorbidas por los pulmones y la piel, no solo de los mineros y las mineras sino de la población infante, joven, adulta y adulta mayor que se encuentran en las comunidades cercanas a estas actividades.
Muchas de las mujeres que trabajan en la minería artesanal se encuentran en edad fértil, es decir, están entre los 15 y 49 años5. Las gestantes tienen mayor vulnerabilidad y riesgo latente ante la exposición al mercurio porque si llegan a estar contaminadas con este elemento tóxico, éste se traspasará por la placenta al feto6.
Estas vulnerabilidades son algunos de los temores de muchas mujeres al escuchar los peligros del uso del mercurio. Cuando a Sénides se le pide dibujar sobre éste, plasma en una imagen la figura de ella misma con una batea, el oro y la ilustración del azogue como unos puntos oscuros que le cambian la expresión de su rostro, una apariencia de terror.
“Yo soy minera porque es algo que llevo en la sangre. Ha sido la tradición de mi familia y se ha convertido en mi vida. Quiero que se recupere la minería de mis ancestros, una minería limpia, libre del azogue que tanto nos ha hecho daño a nuestros ríos, a nuestra tierra y a nuestra propia vida”, expresa Sénides Lucumí Mina.
El mercurio es un producto químico que se obtiene luego de que el mineral de cinabrio, de origen natural, es sometido a altas temperaturas y concentraciones que dan paso al líquido plateado que en algunas regiones también se le conoce como azogue. Este elemento tóxico, que se ha utilizado en variados productos como los termómetros de antaño, las lámparas fluorescentes, los interruptores, las baterías y las amalgamas dentales; fue prohibido por el Convenio de Minamata en el año 20177.
En concordancia con este convenio y con el objetivo de facilitar estrategias que ayuden mejorar las condiciones de vida de los pequeños mineros y mineras, actualmente se adelanta el proyecto “Gestión Integrada para la eliminación del mercurio en la minería artesanal y de pequeña escala”, financiado con fondos del Global Environmental Facility en los países: Burkina Faso, Kenya, Tailandia, Filipinas, Mongolia, Guyana, Ecuador, Perú y Colombia. En este último, la iniciativa es implementada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo; en ejecución con el Ministerio de Minas y Energía, y en asocio con el Ministerio de Salud y Protección Social, y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible
A una década de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenibles y transformar el mundo, el proyecto en Colombia implementará -durante los próximos cuatro años- acciones dirigidas a superar varios de los principales desafíos sobre medio ambiente, salud humana e igualdad de género, donde mineros y mineras recibirán apoyo mediante la asistencia técnica, transferencia de tecnología, alianzas público-privadas, acceso a financiamiento de tecnologías limpias, sensibilización y estrategias de comunicación sobre los peligros del uso de mercurio. Todo esto, integrando la dimensión de género y enfoque diferencial para que mujeres como Sénides, hagan parte del reto conjunto de lograr una Colombia libre de mercurio.
Equipo Proyecto GEF-GOLD
Contacto comunicaciones:
Juan Manuel Chavarría Quintero – juan.chavarria@undp.org
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1También conocidos en algunas regiones de Latinoamérica como cocos, chanchas, molinos de bolas o quimbaletes.
2Minería informal aurífera en Colombia, Fededesarrollo, BID; febrero 2014.
3Censo minero realizado en el municipio de San Roque del departamento de Antioquia. Según datos recientes, el municipio cuenta con una población de 17.958 habitantes y con base en esta cifra se realize el censo. Referencia del documento: Lineamientos de Género para el Sector Minero Energético
4Lineamientos de género para el sector minero energéticos, Ministerio de Minas y Energía Col., marzo 2020
5Política nacional de sexualidad y derechos sexuales y derechos reproductivos, Ministerio de Salud Col., 2012
6Mercury in women of child bearing -age in 25 countries, Global Report, BRI & IPEN, September 2017.
7Convención de Minamata, Asamblea General de las Naciones Unidas, agosto 2017. El Convenio de Minamata es un tratado global que busca proteger la salud humana y el medio ambiente de los efectos adversos del mercurio. Entró en vigor el 16 de agosto de 2017 y fue firmado por 128 países.