Panamá es uno de los países de la región con altos niveles de desigualdad, como muestra el Índice de Desarrollo Humano ajustado por Desigualdad (IDH-D) descendiendo 18 posiciones en el ranking de países cuando se aplica. Pero quizás, la desigualdad más profunda, patente y consistente, que se agudiza y entrecruza con otras variables como la edad o la etnia, es la desigualdad de género.

 

 

Por Martin Santiago, Coordinador Residente del Sistema de Naciones Unidas para Panamá y Representente Residente del PNUD

Panamá es uno de los países de la región con altos niveles de desigualdad, como muestra el Índice de Desarrollo Humano ajustado por Desigualdad (IDH-D) descendiendo 18 posiciones en el ranking de países cuando se aplica. Pero quizás, la desigualdad más profunda, patente y consistente, que se agudiza y entrecruza con otras variables como la edad o la etnia, es la desigualdad de género.

Panamá es un país con alta desigualdad de género, donde la mujer no disfruta de las mismas oportunidades que el hombre, teniendo que enfrentar importantes obstáculos para participar en las distintas esferas de la sociedad. Además de ser alta, la desigualdad de género no solo ha empeorado entre el 2009 y el 2014 en el país, sino que las mujeres enfrentan niveles de desigualdad muy diferenciados, así como barreras distintas según la provincia donde se viva. Esta desigualdad de género hace que haya un Panamá para hombres y un Panamá para mujeres, pero también que el Panamá de una mujer santeña, sea por ejemplo muy distinto al Panamá de una mujer Guna en lo que respecta a desigualdad de género. Así lo revela el Atlas del Desarrollo Humano Local: Panamá 2015 que calculó por primera vez el Índice de Desigualdad de Género (IDG) para cada provincia.
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En el 2014, el IDG de país alcanzó 0.58, lo que se interpreta como la pérdida de 58% del potencial de desarrollo humano de Panamá debido a la desigualdad de género basada en tres dimensiones: salud reproductiva (mortalidad materna y tasa de embarazos adolescentes), empoderamiento (número de escaños ocupados por mujeres en el parlamento y nivel de escolaridad secundaria y superior) y participación en el mercado laboral. Un análisis del IDG país nos revela que la dimensión de empoderamiento es la que presenta la mayor brecha de género, siendo la escasa participación parlamentaria de las mujeres, tan solo 18.3%[1], el indicador que más contribuye a la desigualdad, estando muy lejos de la media regional situada en 25.9% y de la democracia paritaria 50%, lo que traza un largo camino pendiente por recorrer.

El IDG revela que el poco acceso de las panameñas al mercado laboral constituye otro gran reto para disminuir las brechas de género, pues las cifras muestran poco avance entre 2009 y 2014 y muchas provincias presentan una tendencia a empeorar. Mientras el 67.7% de los hombres trabajan, solo el 41.9% de las mujeres lo hacen en el 2014, reafirmando que, a pesar del incremento de la participación laboral de las mujeres panameñas en las últimas décadas, las brechas entre hombres y mujeres permanecen inalterables y las mujeres panameñas siguen siendo afectadas fuertemente por el desempleo. El ATLAS explica que la menor inserción laboral de las panameñas se debe a que asumen labores de cuidado del hogar, 26.2% de las mujeres frente a solo 0.8% de los hombres, posiblemente debido en gran medida a la fuerte división sexual del trabajo presente en la sociedad, que las relega al ámbito doméstico asociándolas con tareas principalmente reproductivas e impidiendo su incorporación plena al mercado laboral, presentando mayores índices de informalidad y subempleo que los hombres.

Por otro lado, una mirada a las provincias y comarcas evidencia marcadas desigualdades entre ellas respecto a las dimensiones consideradas. De esta manera, una mujer Guna o Ngabe Buglé tiene muchas más probabilidades de morir durante el parto que una mujer chiricana, al igual que las primeras tienen casi el doble de probabilidad de tener un embarazo adolescente. Mientras la persistencia de las altas tasas de mortalidad materna y de fecundidad adolescente mantiene a las comarcas con los mayores índices de desigualdad de género en el país, como Guna Yala que pierde por ello el 87% de su potencial en desarrollo humano, hay motivos para alegrarse por el significativo, aunque frágil, avance hacia la igualdad de género que presentan otras provincias. Como es el caso de Chiriquí y Los Santos que lograron reducir la desigualdad gracias a una mayor participación parlamentaria, así como mejores tasas de escolaridad.

El compromiso del PNUD Panamá para acelerar la igualdad entre hombres y mujeres en el país se refleja en una agenda de trabajo que incluye el fortalecimiento de la institucionalidad de género en el país para avanzar una agenda de Estado articulada y significativa para los retos presentes, la corresponsabilidad social en las tareas del cuidado y el fomento de la incorporación igualitaria de las mujeres al mercado de trabajo, el diseño e implementación de un sistema de protección social inclusivo, la prevención, atención y reparación de la violencia de género como parte integral de la Estrategia de País de Seguridad, la incidencia para la consecución de la paridad democrática en el plano normativo, el relevamiento y reconocimiento de la contribución de las mujeres en cuanto a la conservación de la biodiversidad del país y la reducción de las principales brechas de desigualdad en poblaciones prioritarias, como son las mujeres indígenas.

El Desarrollo Humano y el reto de un futuro más digno y sostenible, como lo plantea la nueva agenda de desarrollo para los próximos años, no podrán ser plenamente alcanzados sin la participación igualitaria de las mujeres y las niñas en el progreso de las sociedades. La desigualdad de género ya le pasa factura a Panamá, provocándole pérdidas en su nivel de desarrollo humano, por lo que el país debe tomar medidas que contribuyan a que ese desarrollo pueda llegar a toda la población, a todas las provincias, sin distinción de sexo.


(1) Siendo este porcentaje el mayor de la historia democrática de Panamá, tras la dictadura militar.