Desde el inicio de la pandemia, la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM/OEA) colocó una premisa fundamental: la participación igualitaria de las mujeres en la toma de decisiones en todos los ámbitos es una condición indispensable para una adecuada y duradera atención de la crisis. La evidencia apunta con claridad que las decisiones que no incluyen a las mujeres son parciales, menos efectivas e incluso pueden ser dañinas. Las mujeres representan la mitad de la población en todos los países de la región, por lo tanto, su participación es importante por razones de igualdad, justicia y democracia; pero más allá, porque aportan mayor pluralidad y perspectivas distintas, y porque se colocan las necesidades diferenciadas de las mujeres, que de otra forma están ausentes.
Todavía la mitad de la población considera que los hombres son mejores líderes que las mujeres, siendo los hombres más propensos que las mujeres a tener esta visión (UNDP, 2020); no obstante, durante las primeras semanas de la pandemia, hemos visto que los países que sobresalían en el manejo de esta crisis están liderados por mujeres. Para muchas personas no fue una sorpresa, pero sí saludamos que las hicieran notorias, y sobre todo la contribución de hacer visible las habilidades históricas de las mujeres, como la empatía y el cuidado, y su impacto positivo en la esfera de lo público. Se trata de promover un cambio cultural que reconoce los liderazgos diferenciados, y con ello se contribuye con la neutralización de los sesgos de género.
La asignación de valoraciones positivas sobre las capacidades de liderazgo de las mujeres feminiza la política y provoca transformaciones en el ejercicio del poder. A la pregunta: ¿Donde están las mujeres? se debe visibilizar su presencia, reconocer sus habilidades y hacer valer sus liderazgos.
Para tal efecto, la CIM también ha señalado la necesidad de incorporar los Ministerios de la Mujer o Mecanismos Nacionales de las Mujeres a los gabinetes de crisis, para asegurar que las necesidades de las mujeres se tomen en cuenta en las decisiones que son de gran trascendencia: salvar vidas, aislar el virus, asegurar que las familias en situación de mayor vulnerabilidad pueden sobrevivir a la crisis económica. Pero todo para que el enfoque de género en las medidas puestas en marcha permitan entender que no existe política neutra, sino que siempre se generan impactos diferenciados entre las mujeres y los hombres.
Es necesario reconocer que el rol de los Mecanismos Nacionales de las Mujeres ha sido crucial, sobre todo, frente al problema de la violencia contra las mujeres, particularmente en aquellos lugares donde se ha producido un recrudecimiento de la violencia debido a las políticas de confinamiento. Pero que ni aun en este tema, que se trata de una pandemia en medio del COVID-19, se ha logrado colocar como un asunto central en las decisiones de los comités de crisis de forma global.
Los liderazgos de las mujeres no solo prevalecen en los espacios públicos, hay liderazgos más invisibles que otros, como aquellas que se sitúan en la sociedad civil. Como Secretaria Ejecutiva de la CIM/OEA, he reclamado la importancia de esta vocería, de su participación experta, sobre todo de las organizaciones de mujeres, quienes aportan una voz independiente, especializada y multiplicadora del enfoque de género. En muchos lugares de la región, son las organizaciones de mujeres, particularmente a nivel comunitario, las que asumen un trabajo de apoyo fundamental a las personas en situación de vulnerabilidad, disponen de información de primera mano sobre la realidad en las comunidades y del riesgos y fortalezas, que deben tener un espacio ante los gobiernos.
Esta situación y su interdependencia con las decisiones que se requieren en el tema de los cuidados, seguridad social y economía han sido expuestos en el documento de la CIM, que da cuenta del impacto diferenciado a las mujeres y las niñas en el marco de esta crisis. El informe “COVID-19 en la vida de las mujeres: Razones para reconocer los impactos diferenciados”, que la CIM/OEA publicó evidencia la profundización de las desigualdades y la emergencia de nuevos focos de desigualdad, prestando especial atención a los grupos más vulnerables.
El confinamiento y la nueva realidad requieren de acciones y políticas públicas basadas en el principio de igualdad y no discriminación, así como de la implementación de acciones afirmativas para que ninguna mujer se quede atrás como consecuencia de esta crisis. Hemos advertido de una línea roja para que ningún retroceso sea admisible en cuanto a los derechos ganados por las mujeres.
La región tiene la oportunidad de colocar los pactos de género en el meanstreaming de las medidas para enfrentar el COVID-19, para que el paradigma de la igualdad sea la aspiración. Termino señalando que el mandato en tiempos de pandemia de quédate en casa, en la nueva normalidad, plantea el riesgo de segmentarnos por sexo al mundo de lo privado y de lo público nuevamente, y como sentencia milenaria excluirá a las mujeres del trabajo remunerado, los liderazgos públicos y el empoderamiento económico.
Alejandra Mora Mora
Secretaria Ejecutiva de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM)
Organización de los Estados Americanos (OEA)