Ellas tuvieron una idea. Entendieron que podrían tener más alcance si se asociaban para realizarla. Organizadas, pusieron empeño y valor para sacar adelante su iniciativa. La consolidaron y descubrieron que su trabajo mejoraba la vida de sus territorios.

A finales de 2017, se presentaron y resultaron ganadoras en el Banco de Iniciativas para la Democracia Participativa -BIP, proyecto del Ministerio del Interior y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD.

Durante inicios de 2018 están mejorando la implementación de sus proyectos, con recursos obtenidos como premio en el BIP. Estas son algunas de las ideas de participación ciudadana, lideradas por mujeres, que sin duda están transformando comunidades:

Mujeres empoderadas que transforman el medio ambiente

Recuerda Leidy Vargas que hace 8 años, un grupo de “poquitas mujeres” decidieron hacer recorridos por las calles del centro de Planadas (municipio del Tolima) recogiendo materiales para reciclar. Pasaban por las oficinas de gobierno, papelerías y escuelas recolectando papel, cartón y plástico. La idea había surgido de una visita que habían hecho al Líbano, otra municipalidad del Tolima, donde encontraron una experiencia innovadora sobre reaprovechamiento de materiales desechados por industrias.

 

Era un grupo de mujeres cafeteras. La revelación del Líbano les enseñó que había una oportunidad para diversificar sus actividades.

“Queríamos asociarnos para trabajar algún proyecto que no fuera necesariamente sobre café. Lo que vimos en el Líbano fue que, a través del reciclaje, podíamos atender una necesidad de nuestro pueblo, que a veces se colapsa por las basuras que no son manejadas. Nos inspiró que con acciones en favor del medio ambiente podíamos no sólo salvar nuestra propia vida, sino la de nuestros hijos y las futuras generaciones”, sostuvo Leidy.

La idea cautivó a Planadas. La Empresa de Servicios Públicos del municipio, más pronto que tarde, las buscó como apoyo para el tratamiento de materiales reciclables, y USAID se dejó cautivar por este grupo de mujeres al punto que promovió su formalización en la Asociación de Mujeres Cafeteras Fortaleciendo el Medio Ambiente (Asomufamedio).

 

 

A finales de 2017, Asomufamedio fue premiada por el Banco de Iniciativas para la Democracia Participativa -BIP. El incentivo recibido a través de este galardón les permite a las 23 mujeres miembro consolidar aún más su iniciativa, no sólo a través del definido proceso de recolección, clasificación y procesamiento de materias como plástico, papel, cartón, chatarra, aluminio o vidrio, sino a través de un componente de pedagogía ciudadanía que han adelantado en Planadas.

 

 

“En los barrios, y ahora en las veredas también, estamos sensibilizando a las personas para que aprendan a reciclar: evitar que se sigan haciendo quemas, enseñarles cómo dejar de contaminar nuestro entorno”, dice Leidy al recordar que a sus vecinos les muestran los resultados que pueden obtenerse a partir del reciclaje, como productos artesanales, manualidades e incubadoras para huevos en icopor o cartón reutilizados.

 

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“Las mujeres planadunas tenemos liderazgo, podemos salir adelante, asociarnos para enseñar a las comunidades a cuidar el ambiente, nuestra agua, la naturaleza. Mucha gente cree que esto es perder el tiempo o que somos basureras. Pues no: somos recuperadoras del medio ambiente. Queremos que esto sirva de ejemplo para el mundo entero: estamos transformando nuestro presente y el futuro de los nuestros, de las generaciones del mañana que merecen un ambiente limpio”, concluyó

Mujeres empoderadas que custodian el saber ancestral

“Aunque nuestra asociación tiene siete años de constituida, puedo decirle que nuestra vocación al servicio de la comunidad viene desde el vientre de nuestras madres. Somos mujeres que siempre hemos estado al servicio de nuestra comunidad, la protección de nuestra cultura y tradición ancestral” asegura María Elena Tisoy Tandioy, representante de la Asociación Artesanal Ñambichig Warmikuna.

 

 

Esta agrupación, aunque liderada por nueve mujeres, representa el activismo de 300 más. Se ubican en el Municipio de Santiago, el corazón de la cultura Inga en el Valle de Sibundoy (departamento de Putumayo). Ellas, más que nadie, tienen la custodia del saber tradicional indígena, y lo perpetúan a través de productos artesanales, preservación y transmisión de su lengua, la protección y estudio de sus chagras o espacios de cultivo de plantas medicinales ancestrales y alimentos libres de agroquímicos, y la socialización de los saberes milenarios que perviven gracias a su transmisión con la palabra.

“Los mayores alcanzaban a vivir más de 125 años gracias a los alimentos y medicinas que producíamos en las chagras. Esos valores se han perdido y por eso las personas viven menos. Nuestro objetivo es recuperar y preservar estos saberes. Producimos artesanías, hacemos actividades de tejido, hacemos jornadas de trueque y compartimos una comidita”, añade.

 

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María Elena cuenta que hace algunos años en la vereda Vichoy, de Santiago, predominaba el alcoholismo entre muchas mujeres. Con la asociación, decidieron sumar a las mujeres en quehaceres que las sustrajeran de este flagelo.

“Vinculamos a las mujeres y a sus hijos a nuestros proyectos culturales y productivos, y desde entonces, ha mermado la problemática. Las señoras adquirieron una oportunidad para trabajar y empezar a obtener recursos propios”, explicó.

 

La lideresa comenta que la experiencia de su asociación ha inspirado a otras regiones del Alto Putumayo a fomentar procesos productivos y culturales donde se involucre a mujeres, quienes con sus talentos se convierten en las mejoras defensoras de la cultura local.

“Hemos participado en ferias en universidades, pueblos cercanos, y nuestros trabajos se han comercializado en Estados Unidos y España. Somos mujeres que nos entendemos muy bien; que tenemos la motivación para innovar en favor de nuestra comunidad”, concluyó.

 

Mujeres empoderadas que redefinieron el amor más especial

Hay quienes encuentran en condiciones como el síndrome de Down una barrera para la vida digna en una persona. Hay quienes, por el contrario, no perciben limitación alguna, y creen que el resto del mundo debería derribar sus prejuicios que limitan la aceptación y reconocimiento de quienes tienen alguna discapacidad. Del segundo grupo se ha abanderado la Corporación Down Sin Fronteras, una asociación de Bucaramanga (Santander) liderada por madres que en su hogar cuentan con miembros quienes les enseñaron que la única condición diferencial del síndrome de Down es la incondicionalidad del amor especial que estas personas merecen.

“La Corporación surge con la idea de formar a niños, adolescentes y jóvenes con síndrome de Down en habilidades sociales y para la vida, para que se conviertan en personas incluidas en espacios sociales cotidianos. El propósito es que nuestros niños se integren en escuelas con niños regulares. Debemos apoyarles a identificar un proyecto de vida y realizarlo”, describió Nancy Pinzón, directora ejecutiva de la Corporación Down sin Fronteras.

La organización funciona desde 2015 y en la actualidad atiende a 20 personas con edades de entre 9 y 32 años. La idea surgió de la experiencia propia de sus fundadoras. Nancy y sus colegas tienen hijos con síndrome de Down, y descubrieron que con acciones pedagógicas que inspiren habilidades de convivencia, capacidad, coraje, fuerza, dignidad y valor, es posible facilitar su aceptación en sociedades muchas veces temerosas o renuentes a la diferencia.

 

“Nuestro propósito es la aceptación; transformar la forma como la sociedad ve a las personas con Down. ¿Por qué si tengo cierta condición física, o hablo de forma distinta, no me vas a aceptar? Se trata de salir allá afuera con nuestros hijos, sin miedo a señalamientos. Y ofrecerles una opción de vida donde su interacción con el resto del mundo sea completamente normal”, añadió Nancy, madre de Daniel, quien tiene 15 años y, con este programa, desarrolla su vida con amplia normalidad.

 

La Corporación Down sin Fronteras, premiada por el BIP 2017, adelanta entre sus acciones tres procesos: (1) Escuela de padres, donde acompañan a las familias en la aceptación de la condición del Down 2) Proyecto de vida, a través del cual adelantan acciones de pedagogía a personas con Down, enseñándoles a leer, escribir, sumar, restar, manejar dinero, relacionarse en comunidad, comportamiento en público y habilidades artísticas y deportivas. (3) Integración de personas con Down en escenarios como escuelas, donde conviven con personas regulares.

“Nuestro rol de mamá es indispensable para obtener los resultados que hemos logrado con la fundación. Somos quienes guiamos a nuestros hijos, tenemos la fortaleza y nos acompañamos entre nosotras. Esperamos crecer y cumplir sueños en proyectos conjuntos con nuestros hijos”, concluyó.

 

 

Mujeres empoderadas que reivindican su liderazgo y resisten a la marginación

“Desde que a nuestros ancestros los trajeron a América, forzosamente, la población negra ha estado sometida al maltrato e inequidad. Ahora persiste la marginación de las mujeres negras. Nuestra organización cree que con la educación podemos transformar esta brecha de raza y género. Con formación y empoderamiento, creo que seremos capaces de lograr que las mujeres escalemos de posición, y demostremos tener capacidades transformadoras”, afirma Matilde Maestre como el pregón de la Asociación de Afrodescendientes Nelson Mandela.

 

 

Se ubican en el distrito de Santa Marta, pero su alcance beneficia a todas las poblaciones negras, afros, raizales y palenqueras del departamento del Magdalena. Iniciaron con 25 personas en 2010, pero hoy ya tienen 400 asociados, la mayoría mujeres.

“Yo misma soy producto del empoderamiento. El liderazgo y la educación étnica busca asegurar que nuestro departamento sea equitativo para todas las personas. La Asociación trabaja por la reivindicación y el fortalecimiento de los derechos étnicos de nuestras poblaciones, resaltando su cultura, tradiciones, y fortaleciendo capacidades para su paso a escenarios políticos”, añadió.

 

 

La Asociación de Afrodescendientes Nelson Mandela, premiada por el BIP 2017 por su enfoque étnico diferencial y de género, cuenta con la Escuela de Liderazgo Rosa Parks, nombre que evoca el espíritu de lucha por la igualdad efectiva para las mujeres afrodescendientes. “Realizamos procesos de etnoeducación; fomentamos la capacitación académica, productiva y en liderazgo. Queremos conformar veedurías ciudadanas, activismo, acciones afirmativas positivas para nuestras comunidades, activismo. Incidimos en la formulación y aprobación de políticas públicas con enfoque étnico en Santa Marta y Magdalena, y esperamos imprimir más impulso para sus implementaciones”, sostuvo Matilde mientras comentaba que con sus procesos han sido formadas mujeres que hacen parte del servicio público, sectores empresariales o que se preparan para ser candidatas a edilesas en 2019.

“Somos una comunidad históricamente marginada. Hemos abierto espacios a través de la movilización y el activismo Nos motiva continuar la lucha contra la inequidad en las mujeres negras en todos los escenarios: lo salarial/productivo, la educación, la política. Con educación, romperemos esquemas como el machismo, y demostraremos que estamos en capacidad de construir un país más equitativo”, ultimó Matilde.

 

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