El Informe Mundial 2004 sobre la Reducción de Riesgos de Desastres destacó, que “los desastres “naturales” constituyen un serio obstáculo para el desarrollo humano y el cumplimiento de Objetivos de Desarrollo del Milenio tan importantes como la reducción de la pobreza extrema a la mitad antes del año 2015”.

Este proceso no ha variado en casi 10 años. En el 2015 con los Objetivos de Desarrollo Sostenible se intenta visibilizar de forma más clara que el  Desarrollo Humano supone “contar con un espacio en el que la gente pueda desarrollar todo su potencial y llevar una vida productiva y creativa de acuerdo a sus necesidades e intereses. Las personas son la verdadera riqueza de las acciones.” (PNUD, 2007). Como hemos ido aprendiendo, estos espacios se construyen, y en ellos también se construyen los riesgos y las relaciones de poder entre las personas de diferente sexo, edades, origen étnico-racial, ámbito rural-urbano, discapacidad, clase social, etc.

Esta construcción social de los riesgos y de las relaciones, determina y es determinada por los modelos de desarrollo que elegimos. Un modelo de desarrollo inequitativo e irresponsable con el medio ambiente, con uso no adecuado del suelo, de la energía, con construcciones en territorios vulnerables y deteriorados, con construcciones precarias y sin medidas de seguridad, donde la toma de decisiones está en manos de unos (y normalmente hombres) donde el acceso y control de la información y  los recursos se basa en la posición social y donde son únicamente una parte de la sociedad la que la tiene y el ser mujer u hombre determina este acceso, contribuirá a construir mayores riesgos y relaciones más desiguales entre hombres y mujeres. Por el contrario modelos de desarrollo más humanos, equitativos y sostenibles conducirán a sociedades más seguras y con iguales oportunidades para todos y todas.

Por esto, la gestión de riesgos de desastres no se refiere únicamente a la gestión de los fenómenos naturales. La gestión del riesgo se basa en un modelo de desarrollo económico y social sostenible, ya que los desastres son el resultado de sumar el riesgo -entendido como la posibilidad de recibir una amenaza natural- y la vulnerabilidad económica, social y territorial de la población, donde las relaciones desiguales de poner generan distintas vulnerabilidades para mujeres y para hombres.

Vista esta relación, cualquier plan de desarrollo tiene el potencial de aumentar, mantener o disminuir los riesgos de desastres y las desigualdades sociales que generan vulnerabilidades. Por eso es imprescindible incluir en las políticas, programas, planes y proyectos de gestión de riesgos de desastres (planificación, prevención, atención a la emergencia, recuperación)  implementados desde los países, la perspectiva de género.

Tener en cuenta la perspectiva de género implica generar información desagregada y analizarla de tal manera que se diseñen las políticas, planes, programas y proyectos teniendo en cuenta las distintas vulnerabilidades de mujeres y hombres generadas a partir de su condición de género y como estas pueden ser reducidas a partir de la mayor igualdad en las relaciones; implica también tener en cuenta el acceso equitativo a los recursos, a los puestos de toma de decisión (Marco de Acción de Sendai, 2015. V. Función de los actores pertinentes) y en general a todos los espacios donde se gestionen los riesgos.

 

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