La organización del trabajo y la transformación de la cultura organizativa de la administración pública no consiste únicamente en elaborar planes de acción para cambiar las políticas y los procesos, sino también en cambiar las mentalidades y las culturas institucionales que favorezcan la igualdad de género y la no discriminación.

Para ello se requiere que las instituciones apliquen instrumentos que midan su propia sensibilidad de género, diagnostiquen la existencia de desigualdades internas y tomen acciones concretas para erradicarlas. Por ejemplo, las instituciones podrían aplicar políticas de recursos humanos sensibles al género, promover la paridad interna, políticas de igualdad salarial y políticas de promoción y desarrollo de carrera.