Recuperación COVID-19

Desde marzo de 2020, la pandemia de COVID-19 ha agudizado las desigualdades estructurales preexistentes, incluyendo las desigualdades de género. La distribución desigual de las responsabilidades de cuidado, el acceso limitado de las mujeres al empleo y a la protección social, la brecha digital de género y el aumento de las violencias contra las mujeres, son solo algunas de las desigualdades de género que se exacerbaron durante la crisis. 

Trabajo decente y género

Hoy hay evidencia de que la participación de mujeres en espacios de decisión contribuye a la efectividad de las instituciones públicas, la transparencia y a que se incorporen temas claves de desarrollo que repercuten en toda la sociedad, como por ejemplo: la educación y la salud, la seguridad ciudadana y en particular la seguridad en espacios públicos, la gestión del agua y cambio climático además de iniciativas contra la violencia de género, la salud sexual y reproductiva, y autonomía económica de las mujeres. En ese sentido, el ingreso de mujeres en instituciones que históricamente han sido masculinas contribuye a la ampliación y a la transformación de las agendas de debate político (PNUD, 2015)3. Desde el año 2000, la región ha dado importantes progresos democráticos respecto a la igualdad de género, que han permitido un aumento gradual del número de mujeres ocupando puestos de decisión en instituciones políticas; sin embargo, los avances no son homogéneos o lineares y la región aún está lejos de alcanzar una participación paritaria. Los números varían entre países, entre los distintos poderes y entre los niveles de gobierno.

El mundo del trabajo

El COVID-19 ha traído consigo una significativa disminución en materia de inclusión económica y las oportunidades empresariales de las mujeres.[1] El Foro Económico Mundial en su 14 º informe estima que nos tardaremos 135,6 años en lograr la paridad de género, en lugar de los 99 años que había proyectado en 2019, el año anterior a la pandemia. Las empresas propiedad de mujeres, a pesar de encontrarse en sectores vitales de la economía, sufrieron tasas más altas de cierre que las de los hombres. Lo anterior debido no sólo a barreras de acceso a recursos financieros, sino a falta de apoyos gubernamentales sensibles al género que tuvieran en el radar la promoción de la corresponsabilidad del cuidado.

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