Muy cerca de la línea divisoria entre Costa Rica y Nicaragua, Dina Guzmán ha surgido como profesional, madre y lideresa comunal. Su valentía, su energía y sus deseos por mejorar el entorno la han convertido en una guardiana del agua en el acueducto comunal de Juntas del Caoba.
“Cuando usted escucha correr el agua, ese chorro, siente una paz… Es lo máximo, no hay nada igual”. Dina habla de ese “chorro de agua” con un cariño y un orgullo casi maternal. No es para menos. Estamos en el tanque que abastece del preciado líquido a la comunidad de Juntas del Caoba en La Cruz, Guanacaste, en el límite fronterizo entre Costa Rica y Nicaragua, donde las colindancias entre las personas vecinas no importan tanto. El agua sí.
Acá “todo el mundo se conoce”, las familias se alimentan en gran parte de los productos que cultivan, las gallinas son gordas y hermosas y, de hace un tiempo para acá, todas y todos cuidan el agua. Desde hace 6 años, Dina Guzmán Martínez participa en la Asociación de Acueducto Comunal (ASADA) de Juntas del Caoba, como tesorera de la junta directiva. Al igual que más de 15.000 personas en Costa Rica -gestoras y gestores comunitarios del agua-, su importantísimo trabajo es voluntario y de nunca acabar.
En noviembre de 2016 esta zona fue fuertemente golpeada por el huracán Otto, que además llegó sin que la comunidad estuviera preparada, pues se pensaba que impactaría más en otras zonas del país. “Le puedo decir que fue lo peor que he vivido en mi vida”, recuerda Dina. “Yo me subí a una cama con mis hijos (Sebastián y Damián de 3 y 4 años en ese momento); los techos se levantaban y solo se escuchaba cómo volaban. Perdimos todo, ropa, cobijas, camas, colchones, todo se mojó. Al día siguiente no había acceso, los caminos estaban tapados con árboles caídos. No había agua, electricidad, ni leña para cocinar, fue algo muy triste”, cuenta esta mujer, de 31 años.
En esta zona montañosa gran parte de la tubería instalada por la ASADA está expuesta debido a que las condiciones del suelo, irregulares y en zona montañosa, no permiten enterrarla y en muchos casos pasan sobre ríos. La fuertes lluvias provocaron deslizamientos que llenaron los ríos de escombros y piedras, y mucha de esa tubería se quebró totalmente, por lo que la zona permaneció varios días sin agua.
La devastación y la incertidumbre del momento vino acompañada de una luz de esperanza. Gracias al trabajo de muchos vecinos y de ayudas externas, la infraestructura dañada, que tenía además un rezago de unos 30 años, cambiaría a partir de ese momento.
PROYECTO RENOVADOR
En agosto del 2016, tres meses antes del paso del huracán Otto, había comenzado a ejecutarse en la región el proyecto de apoyo a ASADAS del norte de Costa Rica, implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con el liderazgo del Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AyA) y el financiamiento del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF por sus siglas en inglés). Uno de sus objetivos principales es fortalecer las capacidades de los acueductos comunales para hacer frente a los desafíos de la crisis climática, incluyendo huracanes, tormentas y sequías, las cuales han aumentado en frecuencia y magnitud.
La emergencia causada por el huracán hizo que el proyecto AYA-PNUD acelerara su ingreso a la zona y, poco a poco, no solo se restableció el suministro de agua, sino que se empezaron a gestionar cambios en la ASADA que impactaron positivamente a toda la comunidad.
Dina ha sido parte fundamental de esos cambios que aún se siguen dando. Uno de los más importantes fue la instalación de tuberías nuevas, tanto para restablecer el servicio del agua en un momento crítico, como para contar con una infraestructura con mayor capacidad para enfrentar otras eventuales emergencias climáticas.
Una zona boscosa conduce hasta la naciente del Río Cañita, donde se ubica el tanque con capacidad para 22 mil litros cúbicos, que abastece a unas 120 familias. Delgada y vivaz, Dina se mueve rápido por el camino, mientras va cuidando los pasos de su hijo menor Damián, quien corre con la energía de un niño de 6 años.
Dina conoce el camino de memoria y en algunos tramos abre sus ojos grandes y nos cuenta. “Acá abajo hay unas tuberías. Nosotros las instalamos con nuestras propias manos, yo jalé desde arriba tuberías, lo hicimos entre diez, tres mujeres y el resto eran hombres, vieras qué trabajo”. Caminamos un poco más y las nuevas tuberías (esas que es imposible enterrar), van apareciendo a la vista. Cada una mide 6 metros de largo, 4 pulgadas de diámetro y fueron aportadas mediante el Proyecto de PNUD-AYA para la recuperación y mejora del sistema luego del huracán. “Son mucho más gruesas, flexibles y resistentes, si sucediera algo parecido a Otto la tubería ya estaría más protegida”, explican.
“El huracán tuvo su parte positiva”, reflexiona Dina. Además de las mejoras en la infraestructura de la ASADA, también mejoraron los caminos y ahora existe servicio de autobús.
Por años, Dina tuvo que salir desde las 4 de la mañana de su casa, caminando. Así completó la escuela, el colegio y la universidad, a pesar de los contratiempos y las dificultades, nunca dejó de estudiar ni de superarse. Sus estudios y experiencias le han hecho liderar los procesos de redacción de los proyectos que la ASADA necesita para seguir adelante. “Por alguna razón tengo facilidad para redactar esos proyectos, en realidad no es algo que aprendí en la universidad, todo lo he aprendido en la ASADA”.
Con un diplomado en administración de negocios, un título de administración educativa de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) y una energía y entusiasmo envidiables, Dina no se visualiza viviendo en otra zona. Este 2020, si todo sale bien, estará nombrada como directora de la Escuela de Juntas del Caoba y dice que hará lo necesario para incorporar la concientización sobre protección del agua y adaptación al cambio climático en la formación del estudiantado.
“Sé muchas cosas y no las quiero olvidar, esta es mi esencia”, dice mientras observa a su alrededor a las gallinas, los patos y los chanchos que caminan en el patio de la casa de madera y piso de tierra de sus padres, donde viven algunos de sus hermanos y sobrinos. Un sitio que huele a leña y a aire puro.
CUANDO HAY MEDIDORES, EL AGUA ALCANZA
Juntas del Caoba es una comunidad donde el impacto de la crisis climática se puede percibir con facilidad. Las precipitaciones que cayeron durante el huracán contrastan con los períodos de sequía y calor, cada vez más frecuentes y extendidos.
“Cuando hicimos los primeros contactos con la ASADA, la gente nos decía que el agua no alcanzaba para toda la comunidad”, cuenta Natalia Meza, Especialista en Agua y Saneamiento del PNUD. Esto obedecía no solo a que los ríos son ahora menos caudalosos, sino también a que los hogares no tenían medidores para controlar la cantidad de agua que consumían y, al pagar siempre la misma tarifa, el consumo era desmedido.
“Antes la gente usaba el agua sin piedad, incluso para lavar las chancheras, dejaban el tubo abierto. En algunas casas el agua no llegaba, como a la mía que está más alto”, cuenta Dina.
El plan para instalar los medidores fue financiado por el proyecto, gestionado por la ASADA, redactado por Dina y apoyado por toda la comunidad.
Los medidores vinieron acompañados de tarifas y de conciencia acerca de la importancia de ahorrar y consumir solo lo necesario. El problema del desabastecimiento se fue arreglando y ahora más bien, si alguien no tiene un medidor, la comunidad pide que se lo instalen.
“Este proyecto ha cambiado la vida de las personas. Garantizar el agua como un servicio básico es generar desarrollo. Donde no hay agua no hay desarrollo”, afirma Meza. “Un caso como Caoba, donde te dicen que ahora el agua sí alcanza y que, gracias a los medidores las finanzas han mejorado porque se cobra de acuerdo a lo que la gente consume, es un logro enorme”, agrega.
En cada gesto, en cada palabra y en cada acción, Dina transmite la pasión por cuidar el agua y hacer todo lo que esté a su alcance para que a sus hijos y a las futuras generaciones no les haga falta.
«Soy educadora, pero siento que mi principal razón en la sociedad, más allá de eso, es el agua, cuidarla. El agua es vida, es todo”, concluye.
Footnotes: Fotografía: Priscilla Mora Flores // Historia: Gabriela Rodríguez Hernández // Edición de texto: Claudia Ortiz, Gerardo Quirós Cuadra e Ingrid Hernández Sanchez / PNUD
Fuente:https://pnudcr.exposure.co/del-desastre-al-desarrollo-de-una-comunidad