Los crímenes atroces cometidos contra las mujeres y las niñas en las zonas de conflicto, junto con el problema de la violencia doméstica que afecta a todos los países, constituyen una grave amenaza para el progreso. 

 

Ban Ki-moon. Secretario General de las Naciones Unidas

 

Los crímenes atroces cometidos contra las mujeres y las niñas en las zonas de conflicto, junto con el problema de la violencia doméstica que afecta a todos los países, constituyen una grave amenaza para el progreso.

Me preocupan profundamente las difíciles circunstancias de las mujeres y las niñas que viven en condiciones de conflicto armado, quienes sufren múltiples formas de violencia, agresión sexual, esclavitud sexual y trata. Los extremistas violentos están tergiversando las doctrinas religiosas para justificar la subyugación en masa y el abuso de las mujeres. No se trata de actos de violencia fortuitos ni de consecuencias indirectas de la guerra, sino más bien de medidas sistemáticas para negar a las mujeres sus libertades y el control de su cuerpo. Una de las consideraciones fundamentales en los esfuerzos desplegados a nivel mundial para combatir y prevenir el extremismo violento debe ser la protección y el empoderamiento de las mujeres y las niñas.

La mitad aproximadamente de los 60 millones de personas que han sido desplazadas por la fuerza son mujeres. Muchas de las que huyen de la guerra y la violencia son a menudo explotadas por traficantes sin escrúpulos y sufren a causa de la discriminación por razón de género y la xenofobia en las sociedades de acogida. Las que son demasiado jóvenes, demasiado viejas o demasiado débiles para emprender el peligroso viaje se quedan solas en su lugar de origen, lo que aumenta su vulnerabilidad al no contar con el apoyo de los que se han ido.

Incluso en las zonas donde reina la paz la violencia contra las mujeres persiste y se registran casos de feminicidio, agresión sexual, mutilación/ablación genital femenina, matrimonio precoz y ciberacoso. Esas prácticas traumatizan a las personas y desintegran el entramado de la sociedad.

He liderado, a través de la campaña “ÚNETE para Poner Fin a la Violencia contra las Mujeres” y de la iniciativa “Él por Ella”, un movimiento mundial para implicar a los hombres en la promoción de la igualdad de género. En ese contexto, exhorto a los gobiernos a que aumenten sus contribuciones al Fondo Fiduciario de las Naciones Unidas para Eliminar la Violencia contra la Mujer, cuyo objetivo es subsanar la insuficiencia crónica de inversiones en esta esfera.

Millones de personas de todo el mundo se han unido bajo el estandarte naranja, que es el color elegido como símbolo de un futuro mejor, libre de la violencia contra las mujeres y las niñas. Este año, como muestra del creciente impulso en favor del cambio, se iluminarán de color naranja numerosos monumentos icónicos, entre ellos las ruinas de Petra en Jordania y las cataratas del Niágara en América del Norte.

También podemos despejar el camino hacia un futuro de dignidad e igualdad para todos mediante la aplicación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible aprobada recientemente, en la que se reconoce la importancia de eliminar la violencia contra las mujeres y se fijan metas conexas en relación con varios Objetivos de Desarrollo Sostenible. Asimismo, en varios exámenes amplios recientes de las operaciones de paz de las Naciones Unidas, las labores de consolidación de la paz y los programas relativos a la mujer y la paz y la seguridad, se ha puesto de relieve la importancia crucial de incorporar la participación de las mujeres en las iniciativas de paz y seguridad.

La violencia contra las mujeres y las niñas está muy extendida, por lo que todos podemos tomar medidas para acabar con ella. Juntemos nuestras fuerzas para poner fin a este crimen, promover la plena igualdad de género y crear un mundo en el que las mujeres y las niñas disfruten de la seguridad que merecen. Hagámoslo por el bien de ellas y el de toda la humanidad.

 

Mas información