La distribución y el ejercicio de los cargos de poder ha sido una esfera históricamente caracterizada por el predominio de hombres y la exclusión de mujeres (Beard, 2017). Los distintos procesos de modernización, tomando lugar a distinto ritmo desde mediados del siglo xix, no modificaron este hecho, aunque a partir de los primeros movimientos de mujeres vieron la luz las primeras grandes reformas de inclusión e igualdad de género, como lo fue la introducción del voto femenino durante buena parte del siglo xx. De ahí en adelante han sido muchos los frentes donde las mujeres se han propuesto alcanzar una mayor igualdad de derechos y dignidades, tanto en el ámbito reproductivo, laboral y político, como familiar. Como lo demuestran todos los movimientos feministas de los últimos años, esos frentes siguen abiertos.