La COP24, que se reúne por estos días en Katowice, Polonia, ha hecho un llamado alarmante por la velocidad con la que avanza el cambio climático, una “cuestión de vida o muerte” para los países y sus poblaciones. Los últimos cuatro años han sido los años con las temperaturas más altas en la historia de la humanidad, casi 1°C por encima de la que teníamos al inicio de la revolución industria.
Foto por: UNDP / Freya Morales
La COP24, que se reúne por estos días en Katowice, Polonia, ha hecho un llamado alarmante por la velocidad con la que avanza el cambio climático, una “cuestión de vida o muerte” para los países y sus poblaciones. Los últimos cuatro años han sido los años con las temperaturas más altas en la historia de la humanidad, casi 1°C por encima de la que teníamos al inicio de la revolución industrial1.
La concentración de dióxido de carbono es la más alta de los últimos 3 millones de años. Si mantenemos las actuales Contribuciones Nacionales Determinadas, que son algo así como las metas que definieron los países respecto a sus emisiones, es probable que en el 2030 estemos viviendo con temperaturas de 3°C2. Los cascos polares continúan derritiéndose de manera sistemática, los arrecifes de coral blanqueándose y muriendo, los niveles de agua en los océanos siguen aumentando, la polución del aire creciente afecta la calidad de vida y la salud de sus habitantes en las grandes ciudades, en algunos lugares ya sufren de escasez de agua, disminuye la productividad de las cosechas y sistemáticamente vemos el aumento de desastres naturales asociados a vientos huracanados, terremotos y deslizamientos de tierra.
Pareciera que la cuestión sigue siendo una preocupación estrictamente ambiental y un poco lejana de la realidad de las personas y de las empresas, pero encierra una realidad latente que se sustenta en los modelos de desarrollo económico basados en el carbón (uno de los agentes más contaminantes del planeta), la acumulación y la desigualdad.
Un modelo en el que el 1% de las personas con mayores ingresos en el mundo se apropia del 33% de la riqueza global3. Uno en el que tenemos cerca de la mitad de las mujeres por fuera del mercado laboral y 122 mujeres jóvenes en pobreza por cada 100 hombres jóvenes. En el que los efectos del cambio climático son adversos para toda la humanidad, pero especialmente para las mujeres, y más adversos aun para las mujeres rurales e indígenas. Se estima que cerca de un cuarto de las mujeres económicamente activas en el mundo desarrollan actividades agrícolas4, por lo que las reducciones en la productividad asociadas al cambio climático tendrán un efecto devastador en los medios de subsistencia de millones de ellas, así como efectos desiguales en el estado nutricional de sus familias por el incremento en el precio de algunos productos básicos. En algunas regiones se estiman reducciones hasta del 15% en el arroz, cerca del 50% en el trigo y alrededor del 10% en el maíz5.
En el que tan solo el 13% de propietarias de tierra son mujeres6, y en el que un limitado acceso a crédito, insumos, fertilizantes, tecnología, información y mercados para actividades agropecuarias es restringido para la población rural y más aun para las mujeres rurales. Uno en el que cerca del 65% de los hogares en el mundo depende de combustibles sólidos para satisfacer sus demandas energéticas7, y cuyo cuidado recae casi exclusivamente en manos de las mujeres, quienes dedican entre dos y tres veces más tiempo en comparación que los hombres en estas tareas8.
En el que menos de la tercera parte del personal de equipos de investigación y desarrollo en el mundo son mujeres9, y en el que cerca de un tercio de las mujeres comparado con más de la mitad de los hombres10 consideran carreras tecnológicas en una era en la que estamos inmersos en la economía digital. En el que menos del 5% de quienes integran juntas directivas de las empresas más grandes del mundo son mujeres11, y en el que por cada dólar que ellos ganan en promedio, ellas reciben cerca de 80 centavos12.
Un modelo en el que las empresas tienen una tremenda responsabilidad y una necesidad urgente de encontrar modos de producción responsable. No solo en la forma como satisfacen sus demandas energéticas, por fuentes renovables y eco-sostenibles; sino en la forma como suplen su cadena de valor, como fabrican sus productos y como manejan sus desperdicios. Se calcula que hasta el 2015 se generaron cerca de 6.300 millones de toneladas de residuos plásticos, y si se mantiene el ritmo actual alcanzaríamos unas12.000 millones de toneladas al 205013. Dimensionemos la siguiente cifra, se compran cerca de 1 millón de botellas plásticas por minuto, menos del 50% se recicla y solo un 7% se transforma en nuevas botellas14.
Las aspiraciones que fijó la Agenda 2030, la carta de navegación de progreso del mundo, que se propuso que en el 2030 tendríamos un mundo sin pobreza, sin hambre, con educación de calidad, con acceso a fuentes de energía asequibles y limpias, con un crecimiento económico inclusivo sustentado en modelos de industrialización sostenible, producción y consumo responsable, ciudades y comunidades sostenibles, seguras y resilientes; parece que no podrán alcanzarse si no se construye sobre nuevos modelos de desarrollo que rompan las premisas fundamentales del modelo actual: los nudos duros tanto de las desigualdades de género, como los que sustentan el cambio climático y las conexiones entre ellos.
No todas las empresas reconocen que el entorno es un insumo más de producción. En la mayoría de las ocasiones éste se gestiona con una visión corta de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), y en medio de la reflexión del papel que juega el sector privado en el logro de un futuro sostenible al 2030, no podría tener mayor relevancia. No es suficiente que las empresas sean responsables con su personal, con sus accionistas y stakeholders. El discurso limitado de la RSC ha dado paso a la integración del concepto de la sostenibilidad, alineando la estrategia de negocio con la agenda de desarrollo del mundo y el entorno en el que se opera. Sencillamente se ha vuelto una cuestión de supervivencia y de inteligencia económica.
Las empresas necesitan entornos prósperos, no sólo para obtener sus licencias para operar, para que sus bienes y servicios tengan un mercado donde puedan ser vendidos, y para que sus inversiones sean menos riesgosas; sino porque solo podrán florecer y mantener sus operaciones en el largo plazo, si se generan oportunidades reales de progreso para las personas que emplean y riqueza colectiva en el entorno donde operan.
¿Entonces que pueden hacer las empresas para alinear sus estrategias de negocios con la agenda de desarrollo global sin quedarse mirando de reojo?
Primero, asegurar que esta visión de sostenibilidad empresarial, de su entorno y del mundo haga parte de su ADN corporativo, de otra forma será muy difícil poder alinear sus estrategias de negocios. Tiene que haber un compromiso al más alto nivel, que permee a toda la organización.
Segundo, valorar su nivel de alineación respecto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, determinando su contribución desde el negocio central, hasta aquellas estrategias más filantrópicas y de responsabilidad que no están ligadas al mismo. Así como medir el estado de sus propias brechas internas en relación con los ODS, por ejemplo, las brechas de género – como la salarial, la de participación de hombres y mujeres en cargos de responsabilidad y juntas directivas o el equilibrio en las tasas de ausentismo-, su huella de carbono, el consumo de agua en su cadena de valor o su consumo energético. Para ello, por ejemplo, el PNUD ha desarrollado la herramienta Indic@Igualdad, una solución tecnológica que permite medir las brechas de género en las empresas.
Tercero, empezar por casa, haciendo los cambios organizacionales internos que aseguren que sus prácticas de gestión favorezcan la igualdad de oportunidades, no sean discriminatorias, transformen sus normas culturales y permitan compensar las desventajas de quienes viven situaciones de exclusión a través de medidas especiales; y al mismo tiempo incorporen objetivos de sostenibilidad en la estrategia corporativa que impacten a lo largo de su cadena de valor. Unas herramientas efectivas que empresas pueden utilizar para lograr estos objetivos son los Sellos de Igualdad de Género o programas de certificación promovidos por el PNUD que ayudan a generar estrategias de negocio claras a favor de la igualdad, o la vinculación a programas como el Green Commodities Programme que apoya la producción sostenible de commodities agrícolas y marinos.
Cuarto, hacer de la agenda de desarrollo sostenible una oportunidad de mercado. Se estima que el logro de los ODS podría abrir 60 oportunidades de negocio que podrían agregar alrededor de 12 billones de dólares a la economía global y generar más de 380 millones de nuevos empleos15. Múltiples oportunidades se abren alrededor de la reducción de desperdicios en la cadena de valor, modelos de economía circular en productos electrónicos, producción de alimentos en segmentos de bajos ingresos, atención remota en salud, vivienda sostenible y muchas más. Para aquellas empresas que buscan incluir a poblaciones de bajos ingresos en sus cadenas de valor, el PNUD ha desarrollado la plataforma Business Call to Action para el desarrollo de negocios inclusivos y la construcción de un ecosistema de soporte que estimule su florecimiento. Y para empresas e inversionistas que buscan alinearse a principios y estándares alineados a los ODS, inteligencia de mercado que permita informar las decisiones de inversión y un pipeline de oportunidades concretas de inversión alrededor de los ODS el PNUD ha recientemente lanzado la iniciativa SDG Impact.
Por último, construir alianzas con socios de desarrollo y redes de conocimiento que apoyen los esfuerzos empresariales en el camino hacia la sostenibilidad y la igualdad. Vinculándose a plataformas que faciliten las conexiones, la información, recursos y experiencia. Para ello el PNUD próximamente lanzará las Plataformas ODS y los Labs ODS que permitirán apalancar alianzas entre actores públicos y privados, y facilitar la co-creación de conocimiento, tecnología e innovación, estimulando el desarrollo de soluciones locales.
1 World Metereological Organization (2018).
2 UN Environment Programme Emissions Gap Report (2018).
3] World Inequality Lab, “Informe sobre la desigualdad global”, 2018.
4 ILO, Databank on gender statistics, 2015.
5 Citado por UN Women, Turning promises into action: gender equality in the 2030 Agenda for Sustainable Development (2018).
6 UN Women, Turning promises into action: gender equality in the 2030 Agenda for Sustainable Development (2018).
7 Ibíd.
8 Ibíd.
9 Ibíd.
10 PwC, Women in tech: time to close the gender gap, 2017.
11 Catalyst, Women in S&P 500 Companies, 2018.
12 ILO, Global Wage Report 2018/19: what lies behind gender pay gaps.
13 UN Environment Programme, 2017.
14 Euromonitor International, 2017.
15 Business & Sustainable Development Commission, 2017.