La pandemia de la Covid-19 impactó de manera negativa diferentes sectores como el educativo, económico, salud, agopecuario, entre otros. Los grupos vulnerables, entre los que se encuentran las mujeres y las niñas, fueron los más afectados por estos impactos.
Es en este contexto que las actividades de economía social cobran gran relevancia, principalmente para las mujeres jefas de familia, al fomentar el autoempleo y actividades que les permitan tener seguridad alimentaria, acceso al agua, a la vez que hacen un manejo sustentable de los recursos naturales.
MUJERES DE MAR Y MAÍZ
En la región del istmo de Tehuantepec, se encuentra la comunidad San Mateo del Mar, Oaxaca. Esta comunidad de 14,835 habitantes se conforma casi en su totalidad de población indígena y tiene un alto nivel de marginación.
Mujeres de la comunidad han conformado su propia empresa social y se dedican a producir artesanalmente totopos de maíz. Esta es su principal actividad económica y la pandemia de la Covid-19 disminuyó considerablemente sus ventas, lo cual agudizó las vulnerabilidades de este sector de producción compuesto en su totalidad por mujeres.
Como respuesta a la crisis y con apoyo del proyecto, el colectivo Mujeres de Mar y Maíz se organizó para mejorar sus capacidades de administración, ahorro, organización y tecnificación para la producción. De esta manera, este grupo de mujeres está aprendiendo a colectivizarse para mejorar sus capacidades de producción y comercialización para volverse más resilientes ante las crisis.
SABIDURÍA INTERGENERACIONAL
En la Península de Yucatán, las familias de comunidades rurales producen solamente el 46% de alimentos frescos como maíz, leguminosas, carne, huevo, frutas y verduras. Lo anterior representa un reto para la alimentación de las familias que agotaron sus reservas de alimentos durante la pandemia para sostener a quienes perdieron sus empleos.
Los traspatios familiares son liderados en su mayoría por las mujeres de estas comunidades en los cuales cultivan alimentos para el autoconsumo familiar. Sin embargo, a lo largo del tiempo se han perdido las prácticas de manejo y se ha reducido la diversidad de los alimentos producidos. Al ser un espacio con alto potencial productivo, el proyecto busca recuperar las prácticas de producción agroecológica de alimentos tanto vegetales como animales en los solares familiares.
Estas prácticas no solo brindan una posibilidad de generar alimentos saludables y contribuciones de las mujeres a la economía familiar, sino también evita contaminación del suelo, agua y al aire, y protege a los polinizadores como las abejas.
Esta actividad resulta ser un espacio de empoderamiento de las mujeres y de construcción colectiva de aprendizajes intergeneracionales, a la vez que contribuye a la resiliencia ante las crisis.
MUJERES EN EL TURISMO COMUNITARIO
La Alianza Peninsular para el Turismo Comunitario (APTC) está integrada por 3 redes y 24 empresas sociales dedicadas a actividades que educan, conservan y aprovechan el entorno natural, de las cuales, 35% de estas empresas son lideradas por mujeres.
Durante la pandemia, estas empresas de mujeres adaptaron los espacios para tener una reapertura segura de los servicios que ofrecen y a través del proyecto se impulsaron estrategias para mejorar la digitalización y generación de energía sostenible. Gracias a estas acciones, lograron reactivar la actividad turística adaptándose a un nuevo esquema de hospitalidad, bajo el sello de certificación colaborativa Viaja Seguro y Solidario, que permitió reactivar sus proyectos y contribuir a que más de 1,600 familias y negocios locales recuperaran su fuente de ingresos.
Actualmente, están capacitando a otras 3 regiones de México y Guatemala con el modelo de recuperación económica resiliente para el sector de turismo comunitario.