La orgullosa afirmación de Maggie es mi meta; ahora que tengo sesenta y cinco años de edad poco a poco me estoy acercando a ella. De modo parecido, como aprendemos de las personas con enfermedades terminales, deseo vivir simbióticamente con mi cuerpo conforme se altera y se vuelve menos familiar (Tulle-Winton 2000). Estas metas serán difíciles de alcanzar en los Estados Unidos. Los mensajes culturales respaldan el rechazo al cambio; al sugerir que la edad no debe ser más que un artefacto, escuchamos el mensaje de que no hace falta ser diferentes en la vejez de como éramos en la adultez media. Y para los medios e incluso en la academia, lo que sentimos al interior es lo que realmente importa, como si nuestros muy visibles cuerpos pudieran ser simplemente negados. Aunque pienso que estas exigencias particulares son un tipo de subterfugio que no asumo como propio, aún no he podido verme al espejo o imaginarme con los ojos de quienes son mucho más jóvenes que yo y sentirme orgullosa y poderosa.

Autoría:
Martha B. Holstein

 

Editorial:
Revista Debate Feminista

 

País: México

 

Año:
2010

 

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