Lo que actualmente ha venido a denominarse economía feminista tiene una larga historia que se desarrolla casi en paralelo al pensamiento económico. Aunque es a partir de los años setenta que se inicia con fuerza tanto la crítica metodológica y epistemológica a las tradiciones existentes, como una importante elaboración teórica y análisis empírico; no podemos olvidar a las predecesoras. En el siglo XIX –coincidiendo y, no por casualidad, con la primera ola del feminismo- estas pioneras ya reclamaban el derecho de las mujeres a tener un empleo y denunciaban las desigualdades laborales y salariales entre los sexos.

Sin embargo, a pesar del avance importante de la economía feminista tanto en el orden teórico como el epistemológico -construcción de nuevas perspectivas de análisis y redefinición de nuevos conceptos y categorías partiendo de la propia experiencia de las mujeres- la incidencia en el cuerpo central de la teoría económica dominante, es prácticamente nula. A diferencia de otras disciplinas sociales que han sido más permeables a la categoría «género» y han ido incorporando nuevas perspectivas de análisis, la economía –en sus distintas corrientes de pensamiento- se ha mantenido absolutamente insensible a los cambios conceptuales. De esta manera, el pensamiento económico tradicional y las nuevas propuestas elaboradas desde la economía feminista, discurren por vías paralelas sin llegar a cruzarse. Hay que reconocer que temas relacionados con el trabajo de las mujeres han sido abordados por los distintos paradigmas económicos (neoclásico, institucionalista, marxista), pero su tratamiento se mantiene dentro de una perspectiva analítica con sesgo androcéntrico con serios peligros de legitimar desde la teoría una situación de desigualdad existente.

Autoría:
Cristina Carrasco 

Editorial:
Universitat de Barcelona

 

País:
España

 

Año:
2004

 

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