La creciente privatización del agua en la región latinoamericana que inició en la década de los 80 dió lugar a la llamada «Guerra del agua», entre los meses de enero y abril del año 2000 en la región de Cochabamba, Bolivia. A partir de enero, y hasta abril se desencadena un proceso de movilización hasta lograr la modificación de la Ley 2029 «Prestación de servicios de agua potable y alcantarillado», y la expulsión de la empresa Aguas del Tunari, por la excesiva elevación de tarifas del agua, cometidos en contra de la población. La ley se modificó hasta la actual 2066, que ya incluía las demandas planteadas por las poblaciones rurales y urbanas, y recupera el caracter público de la empresa de agua SEMAPA, aumentando su participación y control social. Se modifican 36 artículos de la Ley, para establecer garantía al funcionamiento de los sistemas autogestionarios de agua potable, el reconocimiento de los derechos de indígenas y campesinos a sus fuentes de agua y sistema de agua potable, el control social sobre Contratos y revisiones tarifarias, entre otras reivindicaciones. La participación de la mujer en todo el proceso tiene especial importancia, ya que con la privatización del agua, las mujeres perdían la posibilidad de participar en las decisiones y control social, mientras en los sistemas autogestionarios las mujeres tenían la posibilidad de participar en las decisiones sobre el monto que se cobrara por concepto de cuotas de ingreso al sistema, las tarifas, las inversiones a realizarse para la expansión de la red, y por lo tanto el manejo era más transparente.

Razón para destacar esta experiencia:

El proceso muestra evidencias empíricas del cruce de discriminaciones existentes, de género, por étnia y por distribución geográfica. La unión de intereses en torno a la Coodinadora del Agua y de la Vida pone en un segundo plano, pero no elimina, las reivindicaciones de género. Las mujeres eran parte activa de las movilizaciones, pero no formaban parte de las instancias de dirección donde se tomaban las decisiones y se actuaba como interlocutor del gobierno. A pesar de ello, la participación activa de las mujeres en la guerra del agua ha contruibuido a su autovaloración y empoderamiento para otros procesos organizativos.Y se han evidenciado las debilidades en torno a la gestión del agua desde la perspectiva de género.

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Fundación SOLON/Univ. Mayor de san Simón y CIPCA-Centro de Investigació y Promoción del CampesinadoContacto:
María Esther UdaetaPaís:
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