En Chile los niveles educativos son similares para hombres y mujeres, no obstante, es el sexto país con menor participación laboral de mujeres entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). La tasa de participación femenina en Latinoamérica bordea el 60%, mientras que en el país, aun cuando ha habido un avance importante en los últimos años, llega apenas a un 48% (INE). Asimismo, el desempleo afecta más a las mujeres que a los hombres y ellas continúan ganando menos. ¿Qué se requiere entonces para aumentar la participación laboral de las mujeres en condiciones de igualdad?

Uno de los desafíos que es preciso abordar es la segregación por sexo de las ocupaciones, la que tiene un fuerte arraigo en la socialización y los estereotipos de género, que determinan cuáles son las actividades que corresponden a uno u otro sexo. Las mujeres se concentran principalmente en actividades de comercio y servicios, salud y enseñanza, y escasamente en sectores como la agricultura, minería y energía.

Junto a lo anterior se constata el escaso acceso de las mujeres a puestos de decisión en las organizaciones laborales. Menos del 14% de los puestos en juntas directivas de las 500 empresasmás grandes de la región están ocupados por mujeres (Women on Boards, 2009).  En Chile, de los 331 directores de las 40 empresas que componen el IPSA, solo 18 son mujeres (5,4%) (Comunidad Mujer, 2015).

En la práctica, las mujeres encuentran diversos obstáculos en sus trayectorias laborales, los que provienen del interior de las organizaciones, como los sesgos de los empresarios, gerentes y reclutadores, como los que derivan de las negociaciones familiares a las que deben hacer frente en sus decisiones de carrera.

Desde el año 2009 existe en el país una ley de igualdad de remuneraciones, sin embargo, la brecha salarial en contra de las mujeres persiste, siendo el ingreso promedio de las mujeres un 30% menor al ingreso promedio de los hombres. Distintos factores explican esta brecha, algunos de ellos se vinculan con lo señalado respecto a los tipos de empleo y las áreas en que se desempeñan las mujeres, así como el acceso a cargos de decisión. También influyen en las remuneraciones las jornadas laborales que cumplen y las oportunidades de capacitación a las que pueden acceder dados los roles de cuidado y reproducción que les han sido tradicionalmente asignados

Un desafío clave, que incide en los anteriores, es la desigual y desproporcionada repartición del trabajo no remunerado. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (INE, 2015) las mujeres ocupadas, independiente de la jornada laboral, destinan en promedio 2 horas más al día que los hombres a este tipo de trabajo. Si bien, cada vez más, las empresas avanzan en políticas de conciliación de la vida familiar y laboral, las tareas de cuidado siguen percibiéndose como responsabilidad de las mujeres, por lo que muchas veces estas medidas apuntan a facilitar que ellas puedan balancear ambos mundos (un ejemplo de ello es el artículo 203 del Código del Trabajo que vincula el derecho a sala cuna solo a las mujeres), pero no a incentivar la corresponsabilidad de los hombres y de las propias organizaciones.

En el país se están impulsando diversas iniciativas para responder a los desafíos antes señalados. Tanto el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, como organizaciones de la sociedad civil han desarrollado campañas para romper con los estereotipos de género y mostrar que las niñas pueden y deben desarrollarse en todo su potencial. Por su parte, varias universidades han impulsado programas para atraer mujeres y retenerlas en carreras de ciencias y tecnologías. Asimismo, diversas empresas han asumido el desafío de contar con más mujeres en puestos de decisión, siendo un ejemplo CODELCO, que también se ha propuesto aumentar el porcentaje de mujeres en la dotación total, con lo que se transforma en un importante referente para un sector clave de la economía y altamente masculinizado como es la minería.

Para este año el lema global del Día Internacional de la Mujer es precisamente “Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50:50 en 2030”. La Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible incorpora la igualdad de género de manera focalizada, a través del ODS 5: Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas, y de manera transversal en el conjunto de los 17 ODS. De esta forma se reconoce la igualdad entre hombres y mujeres como un elemento fundamental para lograr un desarrollo sostenible.

Para avanzar en esta transformación del mundo laboral, el PNUD apoya a los gobiernos a implementar los Sellos de Igualdad de Género para empresas públicas y privadas, iniciativa que reconoce el rol clave que puede jugar el sector privado en la creación de condiciones igualitarias para hombres y mujeres, que son críticas para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Con estos sellos se propone, precisamente, eliminar las brechas salariales de género en las empresas, incrementar el número de mujeres en posiciones de toma de decisión, mejorar el balance vida/trabajo, impulsar la participación de mujeres en empleos no tradicionales y erradicar el acoso sexual en ambientes laborales.

Esta iniciativa busca reconocer el compromiso de empresas públicas y privadas con la igualdad de género. Desde el lanzamiento del programa, más de 1.700 empresas han participado en el programa y alrededor de 1.400 han sido certificadas en 12 países de la región. Chile ha sido uno de los países pioneros en este sentido, a partir de la iniciativa impulsada por el Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género con el Programa Buenas Prácticas Laborales con Equidad de Género, siendo uno de los primeros en contar con una norma de certificación aprobada por el Consejo del Instituto Nacional de Normalización y publicada en marzo de 2012.

Al respecto, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres ha llamado la atención sobre la importancia de la participación laboral femenina, señalando que “cuando las mujeres participan plenamente en la fuerza de trabajo, se crean oportunidades y se genera crecimiento. La eliminación de la disparidad entre los géneros en el empleo podría aumentar el PIB mundial en 12 billones de dólares para 2025”.

 

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