El concepto de género impulsado por el feminismo impulsó el desarrollo de los estudios de masculinidades. Estos se centran en la construcción social de la identidad masculina y en cuestionar los modelos hegemónicos de masculinidad. Sin embargo, las particularidades de las realidades latinoamericanas ponen en evidencia que existen diversas concepciones y formas de ser y llegar a ser hombre. Así, se comenzó a hablar de “masculinidades” en plural, considerando el análisis de clase, la edad, el origen étnico-racial, el contexto rural-urbano, etc.

 

En este contexto han ido apareciendo en la región grupos de hombres que pretenden contestar la masculinidad tradicional que se encuentra en el origen de la discriminación contra las mujeres, y contra todos aquellos que no se adecúan a las formas establecidas de ser hombre: dominante, exitoso, racional, heterosexual, agresivo, inexpresivo a nivel emocional, etc. Su trabajo está favoreciendo, sin duda, la construcción de formas alternativas de masculinidad más respetuosas y acordes con el logro de la igualdad de género.

 

Desde que, tanto el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (1994) como la Plataforma de Acción de Beijing (1995) reconocieran el papel clave de los hombres en el camino a la igualdad, parte de las estrategias, iniciativas y mensajes en materia de igualdad, se han reorientado al trabajo con hombres, especialmente en temas como la violencia contra las mujeres. Sin duda, su involucramiento es indispensable, pero todavía son pocos los hombres que se han comprometido con esta causa. Sigue siendo una asignatura pendiente, cada vez más urgente.

 

 

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