El 15 de mayo fue el Día Internacional de las Familias que se celebra cada año para crear conciencia sobre el papel fundamental de esta organización en la educación de niños, niñas y jóvenes y las oportunidades de aprendizaje permanente que existen desde la primera infancia. Este día también pone de relieve y da a conocer las cuestiones relativas a la forma en que las familias se ven afectadas por los procesos sociales, políticos, económicos y demográficos.

A lo largo de la historia, en consonancia con las transformaciones sociales de cada época y las tendencias en la organización social, la fisonomía familiar ha cambiado en los últimos años, dando cuenta de su contingencia e historicidad. Hoy nos encontramos frente a nuevos tipos de formaciones familiares -monoparentales, familias ensambladas, familias LGBTIQ+-, en muchas de las cuales, los vínculos de consanguineidad pasan a un segundo plano.

En Argentina, por ejemplo, el último censo de hogares, población y vivienda (INDEC 2010) mostró la existencia de 24.228 hogares conformados por parejas del mismo sexo, de las cuales el 21% tiene hijos a cargo.  Esa cifra se verá incrementada seguramente en la nueva ronda censal, – la nro. 11 organizada de forma ininterrumpida desde mediados del siglo XX, tal como recomienda la ONU-, que se llevaría adelante en octubre de 2020, si la situación originada por el COVID-19 lo permite.  Del mismo modo, dicho relevamiento indicará un número aún mayor de mujeres a cargo del hogar en Argentina.

Estas nuevas familias LGTBIQ+ plantean desafíos a los Estados y las políticas públicas, para los cuales el PNUD y demás agencias del SNU, han trabajado intensamente para su reconocimiento, para su integración en la vida ciudadana y para su acceso a derechos. La ley de identidad de género (Ley Nro. 26.743) representó sin duda un avance histórico en ese sentido.

Aún así en Argentina y en el mundo, la inmensa mayoría de las familias monoparentales (que suponen un 8 % del total de los hogares) están encabezadas por mujeres, quienes se enfrentan a la necesidad de conciliar el trabajo, la crianza y el trabajo doméstico no remunerado (ONU Mujeres, 2019).

Considerando todas las transformaciones en su conformación, la familia sigue siendo central a la hora de analizar los procesos sociales, políticos, culturales, económicos y demográficos. Una evidencia de ello es el rol clave que cumplieron las organizaciones familiares en la respuesta a la crisis sin precedentes suscitada por la expansión del COVID-19.

 

El rol de la familia en el desarrollo

Durante muchos años, uno de los desafíos conceptuales fue “hacer visible el invisible” trabajo doméstico, no remunerado de las mujeres.  Hoy es posible partir de una base de conceptual y de datos mucho más sólida, pero que sigue encontrando obstáculos en el plano de las políticas públicas en todo el mundo. Sobre todo, un enorme déficit en el reconocimiento de la centralidad del tema del cuidado y sus implicancias en la construcción de la equidad y de la igualdad, y en el impacto directo en el bienestar de cualquier comunidad.

Desde una perspectiva de género, la crisis generada por el COVID-19 evidenció una vez más, la sobrecarga de tareas que recaen sobre las mujeres, principales responsables de los trabajos de cuidados y de procurar una organización familiar funcional.

Entre muchas definiciones, la CEPAL caracteriza las tareas de cuidado como “todas aquellas actividades que son indispensables para que las personas puedan alimentarse, educarse, estar sanas y vivir en un hábitat propicio para el desarrollo de sus vidas. Abarca, por lo tanto, el cuidado material, que implica un trabajo, el cuidado económico, que implica un costo, y el cuidado psicológico, que implica un vínculo afectivo” (CEPAL, 2012).

En el marco del aislamiento social preventivo obligatorio, decretado por el Estado argentino: ¿quién se ocupa de la asistencia para la continuidad pedagógica de niños y niñas desde casa? ¿Quién cuida a lxs abuelxs y personas con necesidades especiales? ¿Como compatibilizar el tele-trabajo con la creciente demanda de tiempo para tareas del hogar?

Democratización del cuidado: ¿Y por casa como andamos? 

Según un estudio realizado por ONU Mujeres (2019), mientras en todo el mundo aumenta el número de mujeres que trabajan en los sectores formal o informal de la economía, estas siguen asumiendo una carga de trabajo doméstico desproporcionada en comparación con los hombres lo que hace más difícil conciliar el trabajo y la vida familiar. Esto no hace más que resaltar la necesidad imperante de garantizar la igualdad de género en la familia. 

En Argentina, la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo (2013) señala que el 89% de las mujeres dedica tiempo al cuidado frente al 58% de los varones (OGyPP, 2020). Es decir, las mujeres le dedican casi el doble del tiempo que los varones, en promedio, y dicha brecha se duplica durante la edad reproductiva de las personas. (CIPPEC en base a III-EAHU, 2013).

Por otra parte, la presencia de niñxs menores de 6 años aumenta el tiempo diario dedicado a tareas de cuidado por parte de las mujeres. En estos casos, la proporción alcanza 9,4 horas diarias (CIPPEC, 2019). La sobrecarga de labores de cuidado realizadas por mujeres, incluso, persiste cuando se combinan estas actividades con la participación en el mercado laboral: una mujer con empleo dedica más horas al cuidado, en promedio, que un varón desempleado. 

           Durante la pandemia, las mujeres en situación de pobreza se ven más impactadas por el aumento de trabajos de cuidados, la pérdida de ingresos si están en la informalidad y por las propias condiciones materiales de infraestructura en sus hogares, barrios y comunidades. Cualquier espacio de desarrollo individual, se verá interrumpido, acotando sus posibilidades de inserción en oficios o actividades de mayor calificación, pues la prioridad estará destinada a la compra de bienes de consumo básicos, a la contención emocional y a la adhesion a las medidas impuestas durante el ASPO del grupo familiar. (PNUD LAC C19 PDS No. 6, 2020)

Las tareas de cuidado aparecen como invisibles en un contexto de “normalidad” pero cuando se trastoca la realidad, como sucede con la crisis pandémica, cobra visibilidad el entramado de relaciones sociales, jerarquías y roles que se naturalizan al interior de las familias. Este escenario ofrece la oportunidad para ponerlas en discusión abordando su distribución y la necesidad de incorporar y/o reforzar una perspectiva transversal de géneros en las políticas públicas de familia, atendiendo aspectos de protección social relacionados con las cuestiones de género, la conciliación de la vida laboral y familiar, la igualdad de género y las familias sin hogar.

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Fuentes:

 

 

  • Observatorio de Géneros y Políticas Públicas – OGyPP- (2020), Coronavirus y género: apuntes sobre la pandemia y los cuidados, mayo.

 

  • PNUD (2019) Violencia de Género: Conceptos, marco normativo y criterios de actuación en el ámbito de la salud/ Carmen Storani et al. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, 2020.

 

  • PNUD (2020) Nota Técnica: Los impactos económicos del Covid-19 y las desigualdades de Género. Recomendaciones y lineamientos de Políticas Públicas. Panamá.

 

  • Plan de Ciudadanía LGBT –  FALGBT, PNUD, ONUSIDA – 2015.